Tan… poco sorprendente como triste es la marcha de Amy. Personalidad arrebatadora, de artista, de cualquier época, de cualquier disciplina, de la que nunca sabremos qué escondía bajo su célebre moño y su inconfundible sombra de ojos, ni el qué la mantenía siempre atada a lo que la ataba a su malograda leyenda, a su destino tan fuerte, tan grande, para alguien tan frágil.
Mezcla de talento desbordante, tercipelo en la voz y de esa serenidad con la que solía mirarle a la cara y cantarle al dolor. Una vez más perdió la partida contra el amor, contra nuestros tópicos y su destino, y contra sí misma. Solo que esta vez, ganó la guerra por la eternidad, por ser una leyenda… con una voz terriblemente hermosa. R.I.P. Amy!